“Amores compartidos”: un retrato ácido de vínculos en ruinas

12.09.2025

Por Nathalia Olivares

La eterna conexión entre el amor y el conflicto ha sido explorada en incontables películas. En clave de comedia, Splitsville —titulada Amores compartidos en Latinoamérica— retoma esta vieja premisa para escarbar en las guerras íntimas que se libran cuando la pasión choca con la lógica.

Dirigida por Michael Angelo Covino y escrita junto a Kyle Marvin, la cinta abre con una secuencia que combina lo sexual con lo peligroso, estableciendo de inmediato un tono irreverente. Así, desde sus primeros minutos, se desmarca de la comedia romántica tradicional para ofrecer una sátira mordaz de las relaciones modernas y sus límites cada vez más difusos entre el amor, la amistad y la autoindulgencia emocional. Más cercana a las comedias atrevidas de los años 70, Splitsville permite que sus protagonistas sean imperfectos, contradictorios y emocionalmente torpes, sin renunciar al humor.

Una comedia sobre corazones rotos… y cabezas confundidas

La historia gira en torno a Carey (Kyle Marvin), quien, al descubrir la infidelidad de su esposa Ashley (Adria Arjona), reacciona con dramatismo y se refugia en la casa de playa de su mejor amigo Paul (Michael Angelo Covino) y su esposa Julie (Dakota Johnson). Sin embargo, lo que parecía un refugio emocional pronto se convierte en un terreno aún más complejo: Paul y Julie mantienen una relación abierta. Este nuevo escenario pone a prueba las nociones de fidelidad, intimidad y amistad, enredando a los personajes en una serie de eventos impredecibles y emocionalmente incómodos.

Splitsville no adopta una mirada nostálgica ni idealizada del amor. Por el contrario, desnuda las inseguridades de sus personajes sin piedad, poniéndolos en el centro del ridículo. Se trata, en última instancia, de una radiografía humorística —pero no menos dolorosa— de los autoengaños que sostienen muchas relaciones.

Un elenco que habita el caos

Aunque Julie (Dakota Johnson) tiene un papel aparentemente secundario, su interpretación le da al personaje una sutileza inesperada, alejándose de sus roles más serios anteriores. Por su parte, Adria Arjona logra dotar de profundidad a Ashley, un personaje que fácilmente podría haberse quedado en la superficie.

La película se apoya fuertemente en la complicidad actoral entre Covino y Marvin, quienes consiguen que sus personajes, a pesar de lo patéticos, resulten auténticos. La narrativa avanza en episodios, con saltos temporales que funcionan casi como viñetas, mostrando la evolución —o más bien, la involución— emocional de Carey y Paul. Un inesperado cameo de Nicholas Braun, conocido por su papel en Succession, añade una pincelada cómica como un mago en fiestas infantiles, empujando aún más el absurdo de algunas escenas.

Desde el punto de vista técnico, la dirección de Covino es precisa y cuidada. La cinematografía de Adam Newport-Berra enmarca a los personajes en planos abiertos que resaltan su pequeñez frente al entorno lujoso que habitan, acentuando su desconexión emocional. La edición de Sara Shaw permite que el ritmo de la comedia respire, destacándose en escenas como una pelea entre Carey y Paul, caótica y ridícula a partes iguales.

Una comedia que desafía las reglas del juego

Lejos de ser una propuesta comercial o complaciente, Splitsville se lanza de lleno al caos emocional de sus protagonistas. Utiliza el humor no para endulzar la realidad, sino para revelar las contradicciones, fragilidades y egos que se ocultan tras las sonrisas de pareja. No hay moralejas ni redenciones forzadas: solo la exposición brutal de lo difícil que es amar —y ser amado— cuando ni uno mismo se entiende.

El ritmo narrativo puede parecer desigual en algunos tramos, con chistes que no siempre aterrizan, y un desenlace algo abrupto. Pero estas imperfecciones no le restan valor a una obra que, más que resolver, busca incomodar.

Splitsville es, en esencia, una sátira sobre el desamor contemporáneo. Un espejo incómodo que muestra que, en las relaciones humanas, rara vez hay ganadores. Y que, en ocasiones, lo más honesto que puede hacer una comedia es no fingir que todo va a estar bien.