#Cannes2025 'Die, My Love': maternidad, locura y una Lawrence arrolladora

17.05.2025

Adaptada de la novela de la escritora argentina Ariana Harwicz, la nueva película de Lynne Ramsay —la primera desde You Were Never Really Here hace ya ocho años— reafirma no solo su talento para generar tensión, sino también su inconfundible precisión estilística. Aunque aquí la trama se presenta más esquemática que en sus trabajos anteriores, la directora consigue construir algo genuinamente nuevo y perturbador.

Jennifer Lawrence es el centro gravitacional de la cinta y, sin duda, su punto más alto: su interpretación es delirante, audaz y desbordante. Mientras lidia con su reciente maternidad, descubrimos que esa no es la única fuerza que la empuja a querer arrasar con todo lo que la rodea.

Lawrence encarna a Grace, quien, junto a su pareja Jackson (un sobrio y preciso Robert Pattinson), se muda a una casa de campo en Montana, deshabitada desde que el tío de Jackson se quitó la vida. Al principio parecen una pareja feliz, al menos en destellos efímeros, como cuando bailan al ritmo del rock sobre los viejos pisos de madera de su nuevo hogar. Poco sabemos de ellos antes de la llegada de su primer hijo, un acontecimiento que trastoca su mundo de manera irreversible.

Die, My Love no se centra tanto en un relato lineal como en el descenso psicológico de su protagonista. Un recurso fundamental en este viaje es el incómodo diseño sonoro: desde abruptos needle drops hasta el irritante e incesante ladrido de un perro, todo va sumergiendo al espectador en una atmósfera opresiva que refleja el frágil y desbordado estado mental de Grace, transmitiendo una ansiedad que se vuelve casi física.

Ramsay también apela a recursos alegóricos para abrir una ventana al interior de la protagonista. Sin embargo, aquí la cinta se resiente: extraídos de los pasajes en flujo de conciencia de la novela, estos elementos pierden fuerza al volverse demasiado literales. Entre ellos, destaca la subtrama de la relación de Grace con un personaje interpretado por LaKeith Stanfield, que aporta poco al conjunto.

Hay mucho que valorar en Die, My Love, aunque persiste cierta insatisfacción: una mayor coherencia narrativa en el guion habría redondeado la propuesta. Ramsay elige una aproximación abstracta a las enfermedades mentales y a la depresión posparto, y lo consigue de manera hipnótica, en gran medida gracias a la entrega radical de Lawrence, quien sostiene la película incluso en sus repeticiones y tropiezos narrativos.

Un título que, sin duda, se alza como uno de los grandes momentos de este Cannes.