La mirada errante: Cinco películas para recordar a Raúl Ruiz 

25.07.2025

Hablar de Raúl Ruiz es adentrarse en uno de los universos cinematográficos más prolíficos, complejos y singulares del siglo XX. Nacido en Puerto Montt en 1941 y exiliado tras el golpe militar de 1973, Ruiz fue un director chileno que convirtió el desarraigo en una estética y la memoria en materia narrativa. Con más de un centenar de películas filmadas en múltiples idiomas y países, su obra abarca desde el cine político y experimental hasta la adaptación literaria y el melodrama barroco. Fue un cineasta que nunca dejó de reinventarse ni de poner en tensión los límites entre lo real y lo imaginado. Hoy, celebramos el que habría sido el cumpleaños del cineasta haciendo un recorrido por su basta carrera, recomendando cinco cintas esenciales. 

Tres Tristes Tigres

El primer largometraje de Raúl Ruiz, inspirado en la obra homónima de Alejandro Sieveking, se alza como una de las piezas fundamentales del Nuevo Cine Chileno. Más allá de retratar el Santiago nocturno previo a la dictadura, la película ofrece un lúcido discurso sobre la identidad chilena, tema que marcaría toda la obra del director.

Con un tono de comedia dramática donde parece no ocurrir nada, pero en realidad sucede todo, Ruiz nos entrega un filme que recuerda al frenetismo emocional de Cassavetes y a la libertad formal de Godard.

El relato deambula por calles, bares y ambientes íntimos, penetrando en los conflictos internos de personajes que esconden su vulnerabilidad tras máscaras sociales. La cámara se convierte en testigo cómplice de una ciudad que respira contradicción y deseo.

Diálogos de exiliados

¿Qué ocurre cuando los exiliados políticos llegan a Francia tras el golpe de Estado en Chile, sin papeles, sin idioma y aun cargando el fervor revolucionario? Diálogos de exiliados captura con honestidad, y mucha ironía, ese momento histórico, trazando un retrato múltiple de la diáspora chilena en París.

Con una estructura fragmentada en más de treinta secuencias, la película mezcla tomas largas con discursos absurdos, banales, patéticos o profundamente sinceros. Ruiz aplica su característico estilo entre lo absurdo y lo onírico para mostrar situaciones cargadas de sarcasmo y melancolía.

No sorprende que muchos chilenos en el exilio hayan rechazado inicialmente la cinta, estrenada apenas dos años después del golpe. Sin embargo, el propio director la definió como una obra militante, una advertencia sobre los errores que no debían repetirse.
Con una mordacidad difícil de digerir, Ruiz logra desmontar con agudeza el heroísmo exiliado sin perder de vista la humanidad de sus personajes.

Las Tres Coronas del Marinero

Estrenada en 1983, esta película es considerada una de las obras maestras de Ruiz. Nos adentra en un universo que siempre lo fascinó: el del mar, los puertos y los marineros. La historia, narrada por un marinero quizás ya muerto –o anticipando su propia muerte–, despliega una estética hipnótica de belleza inquietante.

En esta ambiciosa y enigmática cinta confluyen múltiples géneros: el cuento, el mito, el relato de fantasmas, la fábula política. La película permite interpretaciones tan existenciales como políticas, convirtiéndose en una meditación sobre el exilio, la errancia y la memoria.

Con una puesta en escena entre lo romántico y lo fantástico, Las Tres Coronas del Marinero confirma el virtuosismo narrativo de Ruiz y su capacidad para generar universos ricos en simbolismo, poesía y ambigüedad.

Misterios de Lisboa

En Misterios de Lisboa, Ruiz lleva su fascinación por los juegos temporales y los artificios narrativos al límite. Adaptando la novela de Camilo Castelo Branco, el director ofrece un fresco barroco y laberíntico sobre identidades perdidas, secretos familiares y pasiones prohibidas.
Cartas robadas, condesas celosas, aristócratas caídos, piratas redimidos y amores ilegítimos forman parte de este gran rompecabezas narrativo ambientado en la época napoleónica. Ruiz logra una obra de múltiples capas, donde el tiempo se pliega sobre sí mismo como un recuerdo contado desde el futuro o un deseo formulado en condicional.

Pocas veces el poder de la ficción ha sido celebrado con tanta densidad y, al mismo tiempo, con tanta claridad. Ruiz construye una zarabanda de memorias que nos sumerge en un torbellino de historias dentro de historias, haciendo del cine un espacio libre y fascinante.

La Telenovela Errante

Rodada en 1990 y montada por Valeria Sarmiento en 2017, La Telenovela Errante es una pieza única dentro del universo ruiziano. Dividida en siete capítulos, la cinta retrata la realidad chilena como un collage de teleseries superpuestas, absurdas y delirantes.

Esta obra inclasificable puede entenderse como una crítica al Chile de posdictadura. Ruiz satiriza con inteligencia los códigos dramáticos de la televisión popular para desmontar los mitos de una nación en crisis.

El resultado es una parábola surrealista, una mezcla de sátira política y estudio antropológico, donde lo frívolo convive con lo filosófico. Ruiz convierte el lenguaje de las telenovelas en un arma de resistencia, una parodia aguda que desnuda las fracturas sociales, políticas y culturales de su país natal. Una película que, aún hoy, sigue siendo incómoda, provocadora y profundamente lúcida.