CRÍTICA| El Esquema Fenicio

13.06.2025

por Nathalia Olivares


En El esquema fenicio, Wes Anderson no solo reafirma su estilo, sino que lo estira hasta el límite de su elasticidad emocional. La película —visualmente hipnótica y obsesiva en su precisión— se convierte en la culminación de un dilema que su cine arrastra desde El Gran Hotel Budapest: ¿cuándo el estilo deja de ser lenguaje para volverse una jaula? En su nuevo filme, la respuesta parece clara: cuando todo se ve hermoso pero se siente poco.

La historia sigue a Zsa Zsa Korda (Benicio del Toro), un millonario excéntrico, atormentado y detallista que organiza su vida —y la película misma— como un rompecabezas dentro de cajas apiladas, mecanismos, esquemas y planos. Busca llevar a cabo un proyecto imposible, con implicancias tan absurdas como extravagantes: represas, trenes, juegos de básquetbol y atentados misteriosos. Entre tanto caos organizado, se instala el núcleo emocional de la trama: la relación con su hija Liesl (Mia Threapleton), a quien apenas conoce, y que transita la película vestida de monja, sin esbozar una sonrisa. Todo suena a comedia, pero la emoción queda lejos del plano.

Análisis visual: un poema geométrico sin alma

Pocos directores entienden el cine como un artesano del plano como Anderson. El esquema fenicio es un festín estético: composiciones milimétricas, paletas cromáticas brillantes, tracking shots coreografiados como ballet. Desde el plano cenital de la escena inicial —una especie de coreografía desde lo alto de un baño— hasta las persecuciones aéreas con aviones vintage, cada encuadre está diseñado con devoción.

Pero lo que alguna vez fue un gesto de estilo que comunicaba sensibilidad, aquí parece un ejercicio estético por sí mismo. La dirección de arte es tan meticulosa que asfixia. Como si la película fuera un museo de miniaturas perfectamente dispuestas… pero sin visitantes. Visualmente, El esquema fenicio es fascinante; emocionalmente, es estéril.

Análisis fílmico y de guion: la forma devora al fondo

El guion de Anderson vuelve a articularse en torno a los mismos temas: padres fallidos, hijas heridas, pasado sin resolver, identidad fragmentada. Pero esta vez el discurso no avanza, solo gira en torno a sí mismo. Los diálogos son afilados, sí, pero suenan a eco de sí mismos. Lo discursivo —como las largas explicaciones de planes dentro de cajas o el sistema "fenicio"— se impone a lo humano.

Los personajes, interpretados por un reparto que parece seleccionado desde el Olimpo de Hollywood excéntrico (Benicio del Toro, Scarlett Johansson, Michael Cera, Bryan Cranston, Willem Dafoe), entran y salen como figurines ilustrativos de un libro de estilo. No viven, ilustran. Y eso tiene consecuencias: cuando el clímax llega, nos sorprende solo por lo inesperado, no por lo emocional.

Cuando todo parece un chiste, nada es gracioso

Lo más inquietante de El esquema fenicio no es que el humor no funcione, sino que ya no se sabe si hay un chiste. El absurdo, que antes escondía ternura, ahora es solo ruido. Las persecuciones en tren, las visiones celestiales de Zsa Zsa flotando como espíritu, los tiros de gracia con nombre largo… todo se siente forzado, como si Anderson intentara convencernos de que aún tiene algo nuevo que decir usando el mismo alfabeto.

Lo más honesto de la película quizás sea eso: que ha dejado de disimular que se repite. Que la fórmula ya no es camino, sino destino. Que no queda mucho más allá del catálogo de gestos. Porque ni siquiera los momentos de paternidad herida logran generar una conexión real. Como si las emociones fueran meras piezas móviles dentro del "esquema".

El arte de perderse en la forma

El esquema fenicio no es una mala película. Es, de hecho, una obra sofisticada, hecha con rigor técnico y un universo estético sin comparación. Pero es también una obra vaciada, donde el gesto se vuelve máscara, y la emoción, un eco lejano. Anderson, como Zsa Zsa en su película, parece atrapado en su propio laberinto de cajas. Lo que alguna vez fue una voz fresca e íntima del cine norteamericano ahora parece una franquicia de sí misma.

A veces, para seguir creciendo, hay que volver atrás. Wes Anderson supo conmovernos desde el artificio porque no había divorcio entre lo visual y lo humano. Hoy, ese divorcio es evidente. Y aunque seguimos viendo su firma en cada cuadro, cuesta encontrar el corazón detrás del trazo.

Título original: The Phoenician Scheme

Dirección: Wes Anderson

Guion: Wes Anderson

Reparto: Benicio del Toro, Mia Threapleton, Michael Cera, Bill Murray, Tom Hanks, Bryan Cranston, Scarlett Johansson, Willem Defoe, Benedit Cumberbatch

Fotografía: Bruno Delbonnel

Música: Alenxandre Desplat

Duración: 105 minutos

Género: comedia, acción, drama

País: Estados Unidos

Estreno: 5 de junio

Distribuidora: Andes Films