CRÍTICA| F1: La película

por Nathalia Olivares
Testosterona, velocidad y matices en un blockbuster que no reniega de sus clichés
En tiempos donde la cultura pop se divide entre la corrección política y la nostalgia del macho invencible, F1: la películapisa el acelerador sin vergüenza y entrega justo eso: un espectáculo de alta velocidad que bebe de los códigos clásicos del cine de matiné y los combina con una modernidad que apenas roza el subtexto. Dirigida por Joseph Kosinski (Top Gun: Maverick), la cinta protagonizada por Brad Pitt es, a la vez, una oda al arquetipo del hombre solitario en crisis y una fórmula probada de redención masculina con sabor a triunfo. Pero si bien el guion se apoya en clichés evidentes, también encuentra espacio para inyectar humanidad, humor y, sorpresivamente, algo de autoconciencia.
Pitt interpreta a Sonny Hayes, un expiloto marcado por un accidente en su juventud que truncó una carrera prometedora. Ahora vive en un estado nómada, corriendo solo una carrera por tipo y desapareciendo del circuito. La reaparición de un viejo amigo (Javier Bardem) y la propuesta de volver a formar parte de una escudería decadente lo empujan de nuevo al mundo de la Fórmula 1, esta vez como mentor de un joven piloto afroamericano lleno de talento y arrogancia (Damson Idris). En paralelo, entra en escena Kate (Kerry Condon), ingeniera a cargo de rediseñar los autos y motor de una tensión sexual que nunca cae en lo ridículo. La historia se desarrolla como un cóctel de velocidad, rivalidad generacional, romance maduro y redención emocional. Sí, está todo lo que uno espera, pero sorprende que funcione tan bien.
Análisis visual: vértigo de pista y músculo hollywoodense
A nivel visual, F1 es un despliegue técnico apabullante. Claudio Miranda en la dirección de fotografía y Hans Zimmer en la música hacen lo suyo para que cada carrera se sienta visceral. Los travellings y planos en pista con cámaras montadas en autos generan una sensación inmersiva que rivaliza con cualquier videojuego de última generación. Todo es rápido, ruidoso, preciso y, sobre todo, limpio. Kosinski vuelve a demostrar que sabe usar el músculo hollywoodense sin perder el ritmo narrativo. Lo suyo no es el cine contemplativo, sino la acción bien coreografiada que acompaña el drama con elegancia y espectáculo.
La secuencia inicial lo deja claro: Sonny camina hacia la pista mientras suena Led Zeppelin, con la cámara siguiéndolo desde atrás como en un western contemporáneo. El lenguaje visual es puro statement. No hay realismo sucio, hay estilo. Pero el estilo acá es funcional: sirve a la mitología del héroe crepuscular, del tipo que vuelve por última vez no porque tenga que hacerlo, sino porque aún puede.
Análisis fílmico y de guion: clichés que saben dónde pisan
El guion, coescrito por Ehren Kruger y el propio Kosinski, no pretende reinventar nada. Se sabe lleno de lugares comunes y los abraza con convicción. Hay rivalidad generacional, mentor y aprendiz, tensión sexual con una mujer fuerte y brillante, redención personal y hasta un viaje emocional de vuelta a casa. Pero, en lugar de sentirse viejo o formulaico, F1encuentra frescura en sus matices. La interpretación de Kerry Condon aporta autenticidad a una historia que, en otras manos, podría haber sido cartón piedra. Su dinámica con Pitt aporta pequeños gestos —vergüenza juguetona, conexión real— que elevan el tono romántico a algo más adulto.
Los secundarios, aunque algo esquemáticos, funcionan dentro del ecosistema: el equipo de mecánicos, los ejecutivos desesperados, los influencers ridiculizados. Hay incluso cierta crítica ligera al culto de las redes sociales y la velocidad superficial del mundo digital, aunque la película no se detiene mucho en ello. Lo importante aquí es la humanidad del héroe en crisis. Sonny es un personaje que puede representar tanto el mito de la masculinidad clásica como una versión más blanda y actualizada: el tipo que aprende a pedir perdón sin perder su fuerza.
Entre el matiné clásico y la batalla cultural
Si bien algunos podrían ver en F1 una película que celebra el viejo modelo del "hombre fuerte", hay que mirar más de cerca. El filme también deja espacio para la vulnerabilidad, para una masculinidad en transición que no niega sus heridas ni su soledad. El viaje de Sonny no es solo físico; es simbólico. En un mundo que cambió mientras él estaba ocupado huyendo, regresa no a imponer, sino a adaptarse (con ciertos límites, claro). No es cine político, pero tampoco es ciego: hay señales de una reflexión cultural sobre qué tipo de héroes queremos seguir viendo.
Este equilibrio, entre lo clásico y lo actual, entre lo ruidoso y lo íntimo, es lo que hace que F1 funcione mejor de lo que debería. Es, sin duda, una película que busca entretener, emocionar y movilizar al espectador sin pedirle demasiado a cambio. Pero si uno está dispuesto a recibirla con esa ingenuidad —esa que teníamos cuando ir al cine era un plan de sábado en la tarde sin pretensiones—, el resultado es una experiencia sensorial y emocional que vale cada minuto.
Espectáculo clásico con alma bajo el capó
F1 no es una revolución, pero tampoco lo pretende. Es un blockbuster elegante y efectivo que combina acción, carisma, romance y redención sin perder el rumbo. Brad Pitt brilla como héroe en las últimas curvas de su vida deportiva, y Joseph Kosinski entrega una obra visualmente impecable con un corazón que late más fuerte de lo esperado. En la era del contenido inmediato y la sobreintelectualización, F1 recuerda que aún hay espacio para el cine que emociona por lo que es, sin más.
Ideal para los que disfrutan la velocidad, pero también para quienes saben que incluso los héroes más duros a veces solo necesitan una segunda oportunidad.
Ficha Técnica
Título original: F1 The movie
Dirección: Joseph Kosinski
Guion: Ehren Kruger, Joseph Kosinski
Reparto: Brad Pitt, Javier Bardem, Damson Idris, Kerry Condon, Tobias Menzies, Sarah Niles
Fotografía: Claudio Miranda
Música: Hans Zimmer
Duración: 155 minutos
Género: acción, drama, comedia
País: Estados Unidos
Estreno: 26 de junio
Distribuidora: Warner Bros. Pictures Chile