CRÍTICA| Sé lo que hicieron el verano pasado: El pasado nunca muere, pero ahora se lo toma con humor

18.07.2025

Este nuevo capítulo dirigido por Jennifer Kaytin Robinson (Do Revenge) retoma la historia justo después de Todavía sé lo que hicieron el verano pasado y lo hace sin ínfulas de grandeza. En lugar de buscar legitimidad en la nostalgia, la película prefiere jugar con sus propias limitaciones, asumiendo desde el principio que la historia —ese pacto de silencio tras un accidente fatal— no es nueva, pero sí lo suficientemente eficaz como para sostener otra ronda de asesinatos juveniles.

El mayor mérito del film está en su tono: ni demasiado solemne ni completamente paródico. Es consciente de que juega en terreno conocido, pero eso le permite liberarse de la presión de "innovar". El resultado es una película ágil, que se disfruta por lo que es: un slasher clásico con algo de picardía, rostros nuevos que funcionan, y un par de regresos que saben quedarse en su lugar. Jennifer Love Hewitt y Freddie Prinze Jr. reaparecen sin robar cámara, mientras Chase Sui Wonders y Madelyn Cline toman las riendas con naturalidad.

Análisis fílmico: La fórmula todavía sangra

Lo más interesante del enfoque de Robinson es que no pretende revivir el slasher con grandes ideas, sino refrescarlo apenas lo justo. El guion no se esfuerza por subvertir expectativas, pero mantiene buen ritmo y construye el suspenso con pulso firme. Las escenas de tensión funcionan —especialmente en los primeros ataques— y los giros, aunque predecibles, están bien dosificados. La película no busca complejidad emocional, y eso es justamente lo que le permite fluir sin tropiezos.

Los personajes, sin ser memorables, tienen suficiente desarrollo como para que el espectador se involucre. La historia no se desvía hacia explicaciones innecesarias ni se toma demasiado en serio. Esa liviandad, combinada con momentos de humor oscuro y cierta ironía autoconsciente, es lo que la distancia de otras secuelas forzadas del terror contemporáneo.

Análisis visual: Neones, sombras y sangre con estilo

En términos visuales, Sé lo que hicieron el verano pasado (2025) no arriesga, pero sí cumple. La dirección de arte se mueve entre lo genérico y lo funcional: paisajes nocturnos, muelles solitarios, interiores en penumbra y sangre estilizada. La fotografía apuesta por una estética limpia, casi de videoclip, con contrastes marcados y una paleta fría que recuerda a los thrillers de principios de los 2000. No hay atmósfera opresiva ni sobresaltos innovadores, pero sí una visualidad coherente con la propuesta.

El asesino conserva su icónica silueta de impermeable y gancho en mano, pero más que miedo, genera familiaridad. La violencia gráfica está presente, pero medida: lo justo para que cada muerte sea vistosa, sin caer en lo grotesco. El diseño sonoro acompaña bien, reforzando los momentos clave con precisión. Y como guiño final, hay una escena post créditos que insinúa que este revival podría no ser el último.

Una secuela innecesaria… que igual se agradece

Sé lo que hicieron el verano pasado no pretende revolucionar nada, y quizás por eso resulta tan disfrutable. Es una película que entiende su lugar: entretener sin pretensiones, reciclar sin desgastar, y dejar al público con esa agradable sensación de haber visto algo familiar hecho con cariño. En el caótico mundo de los revivals, eso ya es mucho decir.