RESEÑA| Moisturizer: el equilibrio perfecto entre caos, ternura y distorsión

18.07.2025

por Nathalia Oliavres
 

Con Moisturizer, Wet Leg no solo evita la temida "maldición del segundo disco"; la enfrenta de frente, se ríe de ella y la convierte en combustible para una obra mucho más ambiciosa, incómoda y emocionalmente cruda. Lo que en su debut homónimo de 2022 era una colección de himnos irónicos e irresistibles, aquí se transforma en una especie de diario sonoro de deseo, ansiedad, placer y contradicción. El dúo de la Isla de Wight —Rhian Teasdale y Hester Chambers— se mantiene fiel a su tono sarcástico y juguetón, pero profundiza su paleta emocional y sonora, dando como resultado un álbum que abraza el exceso con elegancia y nervio.

Análisis sonoro: una fiesta de capas, susurros y distorsión

En lo musical, Moisturizer es un viaje tan impredecible como cohesivo. Dan Carey, que repite como productor, afianza el sonido de la banda en un territorio híbrido entre el dance punk, el indie rock y momentos casi trip-hop, sin que nunca se pierda la identidad sonora. Las guitarras, más prominentes que nunca, se sienten cargadas de electricidad emocional. Desde los riffs abruptos de "Catch These Fists" hasta las atmósferas viscosas de "Jennifer's Body", el álbum funciona como una caja de resonancia para las contradicciones afectivas y carnales que recorren sus letras.

Hay momentos de una sensualidad incómoda, como en "CPR" o "Pillow Talk", donde la voz de Teasdale fluctúa entre la confesión íntima y el susurro conspirativo. En cambio, "Mangetout" y "Liquidize" empujan el frenesí al frente: distorsiones graves, líneas de bajo pegajosas y estribillos que parecen gritar desde el borde de un colapso emocional. Todo suena más saturado, más denso, pero también más trabajado. Este caos no es aleatorio: está meticulosamente producido para sonar libre.

Análisis visual: una estética que mezcla lo kitsch con lo introspectivo

La portada del disco, una imagen que mezcla lo burbujeante con lo grotesco, resume a la perfección el universo visual de Moisturizer: húmedo, incómodo y provocador. El arte combina lo cursi y lo pegajoso (literal y figuradamente), y acompaña la propuesta del disco con una estética que parece salida de un delirio post-pop. Como en sus videoclips, Wet Leg apuesta por un humor visual absurdo, colores saturados y referencias al camp británico, que contrastan con la carga emocional de las canciones. Este contraste, lejos de chocar, potencia la experiencia general: lo visual refuerza lo sonoro, y viceversa.

Lo mejor y lo que no tanto

Las joyas del disco —"Jennifer's Body", "Mangetout", "Pillow Talk", "Davina McCall"— muestran una banda que ya no necesita probar que tiene personalidad: ahora se permite explorar su costado más raro y vulnerable sin miedo a incomodar. Cuando hablan de deseo o desilusión, lo hacen sin solemnidad, desde una sensualidad torpe y un sarcasmo que nunca se siente impostado.

En cambio, "11:21" y "Don't Speak" representan los momentos más flojos, no por falta de ideas, sino porque el tono introspectivo no se siente del todo orgánico. Allí la banda se retrae, y al hacerlo, pierde parte de ese filo mordaz que las hace únicas.

Una recomendación

Moisturizer es un disco que se disfruta más cuanto menos se lo intenta entender. Es un álbum que no busca complacerte: te desafía, te provoca, te abraza y te empuja al mismo tiempo. Si te gustó el debut de Wet Leg, este segundo capítulo te va a resultar más extraño, más sucio y más profundo. Y si todavía no las escuchaste, este puede ser el mejor punto de entrada a su universo: uno donde la ironía se mezcla con la emoción, y donde el caos, lejos de ser ruido, es la forma más honesta de expresar lo que sentimos cuando las cosas se nos escapan de las manos.