RESEÑA| More: El arte de envejecer con estilo

Por Nathalia Olivares
Veinticuatro años después de su último disco, Pulp vuelve con More, un trabajo que no busca complacer nostalgias ni resucitar glorias pasadas, sino posicionarse como una mirada lúcida y mordaz sobre la vida actual. Jarvis Cocker, ese cronista de lo mundano con acento en lo ácido, se pasea por un álbum que suena a madurez sin rendición, a una adultez en la que la observación sigue siendo más afilada que el impulso. Bajo la producción de James Ford —habitual de Arctic Monkeys y Depeche Mode— el grupo británico entrega once canciones que fluyen con la urgencia del presente, pero con la calma del que ya ha vivido lo suficiente como para no necesitar impresionar.
More fue grabado en apenas tres semanas, un ritmo que sorprendió incluso a sus protagonistas. Esa espontaneidad se cuela en las canciones sin desordenarlas. La pérdida del bajista Steve Mackey —presente aún en dos pistas— otorga un peso emocional inevitable al disco, pero no lo define. Aquí no hay luto, sino una forma de homenaje: seguir adelante, con elegancia, con humor, con las manos en los bolsillos y los ojos bien abiertos.
Análisis sonoro: entre lo mundano y lo celestial
Desde el arranque con Spike Island, el disco se afirma como una declaración de principios. "Existo para hacer esto", canta Jarvis, reafirmando su lugar en el paisaje musical sin necesidad de disfrazarse. More recorre varios tonos sin perder coherencia: Grown Ups se mueve con gracia entre guitarras suaves y una lírica que mezcla rutina y melancolía; Farmer's Market flirtea con el jazz desde una mirada casi existencialista, y Got to Have Love se instala como el momento bailable con sabor a club ochentero.
Hay también espacio para el absurdo —esa especialidad Cocker— en My Sex, y para lo contemplativo en el cierre con A Sunset, donde aparece una cita al jingle de Coca-Cola "I'd Like to Teach the World to Sing", gesto nostálgico que conecta con el pasado del britpop (y con Oasis, quienes usaron la misma referencia en Shakermaker). En conjunto, el sonido de More es contenido, pero nunca plano; maduro, sin caer en lo predecible.
Análisis visual: el arte de decir sin gritar
El arte de tapa, diseñado por Julian House, es un collage sofisticado que captura bien el espíritu del disco: un equilibrio entre lo retro y lo atemporal, entre el caos del mundo moderno y la calma de quien lo observa con distancia. No hay colores saturados ni tipografías chillantes; todo remite a una elegancia que no necesita explicar nada.
Como en la mejor tradición de Pulp, la estética acompaña al discurso. More no intenta vender una imagen rejuvenecida ni evocar los noventa a gritos. Se instala, más bien, en una línea visual coherente con el contenido: sobria, inteligente, un poco sarcástica, como si el disco fuera el apartamento minimalista de alguien que acumula ironías en lugar de objetos.
Con More, Pulp no solo revive una discografía dormida, sino que la expande. No es un regreso para la nostalgia: es un testimonio de cómo se puede envejecer con estilo, con humor y con los sentidos intactos. Jarvis Cocker sigue siendo uno de los grandes narradores de lo cotidiano, de esos que convierten una salida al supermercado en una odisea emocional. Y Pulp, lejos de sonar como una banda "de vuelta", parece una que nunca se fue del todo, solo estaba observando… esperando el momento adecuado para decir algo nuevo.