RESEÑA| Wishbone, de Conan Gray

Por Nathalia Olivares
Hay discos que no se escuchan: se sienten. Wishbone es uno de ellos. Desde los primeros acordes, Conan Gray abre una puerta que no todos los artistas se atreven a cruzar: la de mostrarse sin adornos, sin el brillo que disfraza el dolor. Aquí no canta para llenar estadios ni para encajar en algoritmos; canta porque necesita sobrevivir a lo que vivió.
El álbum se siente como un diario arrancado de su mesa de noche, con páginas manchadas de lágrimas y tinta. Conan ya no busca enamorar con frases perfectas, sino confesar con crudeza lo que significa desear algo que nunca llega, amar sabiendo que la otra mitad de la historia no está dispuesta a sostener el peso del deseo compartido. Esa es la fuerza de Wishbone: no es un lamento, es la aceptación de que crecer también duele.
Cada canción parece una estación en un viaje emocional. Actor abre la puerta con la furia contenida de quien fue invisible en la vida de alguien más, mientras Alley Rose rescata la ternura de un amor breve pero transformador. Y aunque las letras están escritas desde heridas personales, la sinceridad con la que las comparte convierte ese dolor en algo universal: cualquiera puede reconocerse en esa vulnerabilidad.
Narrativamente, Wishbone no es solo una historia de desamor; es el retrato de alguien que aprende a soltar. Es un viaje desde la negación hasta la calma, como si cada track fuera una carta que Conan nunca envió, pero que al fin se permitió leer en voz alta. El último tema, Care, no suena a cierre definitivo, sino a una respiración profunda: esa que llega cuando, después de llorar, uno se permite descansar.
Lo más poderoso del disco no es su producción —que, aun siendo sutil y contenida, brilla en su minimalismo—, sino el modo en que expone la fragilidad humana como si fuera algo digno de celebrarse. En un mundo que premia la perfección, Conan reivindica lo roto, lo incompleto, lo que no termina bien.
Escuchar Wishbone es acompañarlo en su duelo, pero también acompañarnos en los nuestros. Es sentir que no estamos solos en esas madrugadas donde el amor duele más de lo que calma. Y al mismo tiempo, es descubrir que en la honestidad más dura también puede nacer la belleza más pura.
Con este disco, Conan Gray no solo firma su obra más íntima hasta la fecha: nos recuerda que, a veces, las mejores canciones no son las que prometen felicidad eterna, sino las que se atreven a contar la verdad sin miedo.
Recomendación: Wishbone no es un álbum para escucharlo de fondo: es un álbum para dejarlo entrar. Mi consejo es oírlo en soledad, con auriculares, y sin distracciones, como quien se sienta frente a un espejo. No todas las canciones te harán sonreír, pero todas tienen algo que decirte. Y quizás, en alguna de ellas, escuches un pedazo de tu propia historia.