Ruidosa 2025/ Día 1: Una ola sonora imparable y sin etiquetas

Por Nathalia Olivares
Parque O'Higgins no es nuevo en esto de acoger grandes encuentros, pero pocas veces se le ve tan vivo, tan sensible y a la vez tan desbordado de energía como en la primera jornada del Ruidosa 2025. Este sábado fue testigo de un desfile incesante de sonidos, cuerpos que bailan, voces que abrazan y gritos que liberan. Más que un festival, fue una jornada donde las identidades se desbordaron sin pedir permiso ni explicación.
Desde las 12 del día, la música tomó forma en decenas de maneras. El arranque fue con Nekki, quien no solo encendió el escenario con su R&B de acento global, sino que dejó claro que la potencia no siempre viene con gritos: a veces basta una mirada firme y una voz que sepa a verdad. A ella le siguieron nombres como LAIA, Karla Grunewaldt y Catalina Plaza junto a las Bordonas de Oro, mostrando que el mapa sonoro local ya no cabe en una sola etiqueta ni formato.
El ambiente era horizontal. Nadie parecía correr entre escenarios —porque no hacía falta—, la propuesta logística del festival fue clara: el arte estaba al alcance, y la experiencia se construía sin estrés. Así, el público flotaba entre sombras bien pensadas, encuentros casuales y momentos que se grababan en la piel más que en el celular.
Supernova, Paula Rivas, Fran Maira, Princesa Alba y Nicole se encargaron de mantener la intensidad en lo alto. Cada una con su propia narrativa, sus propias batallas y estilos, tejieron un puente entre generaciones que parecía imposible en otros contextos. Aquí, "Hoy" podía ir justo después de "Hacerte mal" sin que nadie frunciera el ceño. Y si alguien lo hizo, fue de emoción.
El humor, a menudo desplazado de los espacios musicales, tuvo su lugar con Pamela Leiva, quien le puso pausa al beat para recordarnos que también se puede hacer ruido riéndose de lo que duele. No fue un intermedio, fue parte del tejido.
Las cuecas de Entremares y la cumbia sentimental de Paula Rivas rompieron el molde de lo predecible. No fueron "momentos folclóricos", fueron actos de presencia. Porque sí, también se puede ser rupturista desde lo tradicional. También se puede estremecer con una zamba si está cantada desde el centro del pecho.
Y entonces llegó el broche. No como adorno, sino como clímax inevitable: Myriam Hernández.
La cantante no necesita presentaciones, pero aun así, lo que hizo sobre el escenario no fue un repaso de carrera: fue una declaración. Con una voz intacta, una puesta en escena sobria y una conexión directa con el público, convirtió el parque en un salón íntimo. Las canciones que ya son parte del inconsciente colectivo chileno resonaron con una vigencia brutal. "Te pareces tanto a él", "Eres" o "Huele a peligro" no son solo hits; son capítulos de muchas vidas.
Y por si fuera poco, Myriam decidió mirar hacia adelante. Estrenó una canción que tocó la fibra más profunda del encuentro: un tema nuevo, no grabado aún, que aborda los femicidios con una sensibilidad feroz. Fue un momento de silencio incómodo, de piel erizada y de fuerza compartida.
Pero Ruidosa no necesita cerrar con moralejas. Su virtud está en mostrar lo que ya existe, pero que muchas veces se ignora: un universo musical amplio, rico y diverso donde el talento no tiene género, pero las protagonistas sí tienen nombre, historia y un mensaje que no cabe en el volumen bajo.
La primera jornada fue un éxito no por llenar un cartel o por subir reproducciones, sino porque dejó claro que cuando las voces se juntan, ya no hay forma de silenciarlas.