#SANFIC: Runa Simi

19.08.2025

Por Nathalia Olivares

En un panorama cinematográfico donde el doblaje suele ser visto como un recurso secundario, Runa Simi llega para demostrar que traducir una película puede convertirse en un gesto de resistencia y de preservación cultural. Este documental peruano, dirigido por Augusto Zegarra, se centra en la travesía de Fernando Valencia, un locutor y padre soltero que decide doblar El Rey León al quechua con la ayuda de su hijo Dylan. Lo que comienza como una iniciativa doméstica se transforma en una experiencia profundamente política y emocional.

La película nos recuerda que no todas las personas tienen el mismo acceso al cine. Para muchos niños quechua hablantes, la posibilidad de ver un clásico animado en su propio idioma no es solo un lujo, sino una manera de sentirse reconocidos. Allí radica la fuerza de Runa Simi: convertir el acto de doblar en un puente entre generaciones, una manera de reafirmar que las lenguas originarias son vehículo de afecto, memoria y futuro.

El documental evita caer en discursos pesados o panfletarios. Zegarra apuesta por un registro cercano, siguiendo a Fernando en su rutina diaria, en sus dudas y pequeños triunfos. Desde llamadas infructuosas a los estudios de Disney hasta las escenas en que pide a los Apus protección para su proyecto, la cámara observa con discreción, permitiendo que la ternura y la fragilidad de cada momento surjan sin adornos.

En el centro de todo está la relación entre padre e hijo. Dylan, encargado de darle voz a Simba, se convierte en cómplice y sostén de una aventura que sobrepasa lo técnico. Las escenas en las que ambos ensayan, se abrazan o simplemente contemplan los paisajes andinos transmiten una verdad emocional que conmueve sin necesidad de artificios. Allí, el cine se convierte en un espacio de juego y aprendizaje compartido.

Pero Runa Simi también es un llamado de atención. Con sutileza, denuncia cómo los idiomas originarios son relegados bajo argumentos de rentabilidad. Una conversación telefónica en la que se reconoce que doblar al quechua "no es negocio" evidencia la violencia estructural que sufren estas lenguas. Frente a la frialdad de la industria, el proyecto de Fernando se levanta como un recordatorio de que la dignidad cultural no puede medirse en cifras.

Análisis visual
La fotografía de Renzo Rivas juega un papel central en la narrativa, capturando los Andes con una cercanía que evita el esteticismo turístico. Los encuadres enfatizan tanto la inmensidad del paisaje como la intimidad de los personajes, creando un equilibrio entre lo épico y lo personal. La edición de Carlos Rojas refuerza esta dinámica, alternando ritmos pausados que permiten la contemplación de los gestos cotidianos con momentos más intensos, especialmente durante los ensayos de doblaje. La música, con adaptaciones quechuas de canciones icónicas de El Rey León, se integra de manera orgánica, amplificando la carga emotiva sin manipularla.

Análisis fílmico
Desde el enfoque de dirección, Augusto Zegarra adopta un registro cercano y observacional que evita la tentación del dramatismo artificial. La cámara se mantiene casi siempre al nivel de los personajes, acompañando sus movimientos y decisiones con discreción, lo que refuerza la autenticidad de la experiencia. La narrativa, aunque lineal, se enriquece con pequeñas anécdotas y obstáculos que humanizan a los protagonistas, transformando un proyecto de doblaje en un microcosmos de resistencia cultural y afectiva. La relación padre-hijo funciona como eje emocional y narrativo, mostrando que la fuerza de una historia no siempre reside en la grandilocuencia sino en la verdad cotidiana de sus personajes.

Más allá de su relato principal, la película abre interrogantes que trascienden el caso puntual: ¿qué voces merecen ser escuchadas? ¿qué lenguas se consideran válidas para acceder al arte? Runa Simi no busca respuestas fáciles, sino que invita a reflexionar sobre el peso de las herencias coloniales en la cultura contemporánea.


Con humanidad y sencillez, Runa Simi ilumina la potencia de lo cotidiano y convierte una historia íntima en un testimonio universal. No solo documenta un proyecto de doblaje, sino que celebra la vitalidad de las lenguas originarias y la memoria cultural que llevan consigo. Cada gesto de resistencia lingüística es un acto de amor y afirmación identitaria que trasciende fronteras y generaciones, recordándonos que el cine puede ser un espacio de memoria, justicia y supervivencia cultural.