#SANFIC: Un poeta, de Simón Mesa Soto

21.08.2025

Por Nathalia Olivares 

Simón Mesa Soto regresa con Un poeta (2025), una película que oscila entre la tragicomedia y la desolación íntima. Presentada en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, la cinta relata la historia de Óscar Restrepo (Ubeimar Ríos), un hombre empeñado en convertirse en un gran poeta mientras se enfrenta al peso de la mediocridad, las deudas y la indiferencia cultural de su entorno. En contrapunto aparece Yurlady (Rebeca Andrade), una joven estudiante que amenaza con eclipsar el talento marchito de su mentor, generando un vínculo ambiguo y profundamente incómodo.

Más que narrar el fracaso de un escritor, Un poeta se erige como una radiografía del estado actual del arte en Latinoamérica, donde la poesía es vista como un gesto inútil frente a un sistema que precariza y burocratiza el acto creativo. El relato adquiere un filo crítico que incomoda porque obliga a pensar en cómo la cultura puede convertirse en un espacio de simulación y oportunismo.

Análisis Fílmico

La construcción narrativa de Mesa Soto evita las concesiones fáciles. El guion transita entre lo grotesco y lo íntimo, alternando escenas de humor involuntario con momentos de dolor silencioso. La risa, aquí, nunca es ligera: nace del patetismo de los personajes y de una realidad que asfixia. La estructura en actos breves, a ratos fragmentada, refleja la imposibilidad de dar continuidad a una vida creativa en un contexto adverso.

El ritmo deliberadamente irregular refuerza esta sensación de fracaso constante. Las pausas incómodas, las discusiones truncas y la torpeza de las relaciones humanas construyen un retrato que se siente tan real como doloroso. Un poeta no busca ser inspiradora; busca, en cambio, exponer la incomodidad de un hombre que, en su intento de enseñar, deja ver el derrumbe de sus propias convicciones.

Análisis Visual

Visualmente, la película apuesta por un naturalismo crudo con destellos de lirismo. La cámara observa espacios cotidianos —bares sombríos, aulas vacías, habitaciones asfixiantes— con un tono casi documental, subrayando la precariedad material que define la vida de Óscar. Medellín aparece como un escenario vivo, cargado de texturas, que se convierte en un personaje más dentro de la historia.

La fotografía juega con claroscuros que expresan el contraste entre generaciones: la penumbra y la suciedad acompañan al protagonista, mientras que una luz cálida, casi frágil, envuelve a Yurlady cuando escribe. Ese contraste no se plantea como una metáfora explícita, sino como una sensación visual que transmite la diferencia entre un presente corroído y un futuro que, aunque incierto, conserva un resplandor posible.

En definitiva, Un poeta no es solo una película sobre un hombre derrotado por sus propias ambiciones, sino también un comentario incisivo sobre la fragilidad de la creación artística en América Latina. Mesa Soto confirma que su cine no se interesa en los relatos triunfales, sino en los personajes fracturados, aquellos que cargan con la ironía de querer escribir belleza en un mundo que apenas les permite sobrevivir.